viernes, 16 de marzo de 2018

Viaje al pasado

Buenas noches desde el rincón en el que escribo.

En un día como hoy, que no tiene nada de especial y a la vez puede serlo mucho, quería compartir un relato con vosotros. Es uno corto pero que personalmente me gusta. Cómo podéis ver la cabecera lleva por título "Viaje al pasado", y dice así:

Caminaba sola por aquella desértica calle de una no menos desértica ciudad. Años atrás esa urbe había sido una metrópolis cosmopolita y superpoblada, avanzada tecnológicamente y fértil. Nada queda de todo aquello. Tan solo gigantescos esqueletos de hierro y hormigón, que recuerdan lo que un día fueron edificios y rascacielos, como compañía. Sus pisadas levantan una fina capa de polvo, o tal vez sean cenizas o algo peor que es mejor no saber. La humanidad, ese orgullo, o esa lacra, ya no existen como tal. Tan solo unos pocos supervivientes como ella misma, diseminados por todos los rincones del mundo. Pero saben que tienen los días contados. No solo la vida humana como la conocíamos había desaparecido, también la fauna y la flora lo habían hecho. El agua, un bien en otros tiempos abundante, escaseaba, aunque sería más correcto decir que no existía y la poca que quedaba estaba contaminada y no era apta para el uso humano. Con este panorama era evidente pensar que las pocas personas que aún pululaban por el mundo estaban condenadas a morir. Pero ella tenía un motivo para vivir.
Iba cargada con una mochila que contenía toda su vida, y no era mucho lo que esta contenía. Una cantimplora seca, por si alguna vez volvía a encontrar agua (¿cuánto hacía que no bebía?), un álbum de antiguas fotografías familiares, en la que además de sus padres aparecía ella de pequeña; un pequeño botiquín que contenía varias vendas y apósitos y un bote de alcohol entre otros útiles; un diario personal en el que había narrado todo cuanto le había acaecido en sus días, especialmente en los posteriores al cataclismo que les llevó a la situación actual en la que se encontraban; un antiguo y ajado libro, el primero que leyó y su favorito, una fábula en la que los animales de una granja se ponen a gobernar esta titulado “Rebelión en la Granja” de George Orwell; un encendedor de tipo “Zippo”, pese a que no fumaba y un feo peluche no más grande de una palma humana, un oso vestido con un chubasquero amarillo y un gorrito a juego, el único recuerdo que le queda de su infancia y del que no se ha separado en la vida.
El tiempo se le acaba, no solo a ella, es todo el planeta el que está muriendo. Pero no puede permitir que eso ocurra. No ahora que está tan cerca de lograr su objetivo. Mientras los pocos que quedan de su especie, los humanos, dedican sus esfuerzos y también sus fuerzas, en tareas inservibles como buscar alimento o agua, si lo hubiera, estaría tan corrompida y pútrida como el resto del planeta. Otros se dedican a buscar a otras personas para tratar de volver a formar una civilización y otros, otros era mejor que no existieran pues vivían por y para buscar supervivientes y alimentarse con ellos. Eran los más corruptos entre los corruptos, engendros que nunca debieron existir.
Ella en cambio lo que buscaba era lo único que realmente podía salvarlos,  a ella y al resto de los pocos que malvivían en un mundo condenado a extinguirse. Y estaba tan cerca de lograrlo. Algunos de los pocos con los que se cruzó le dijeron que estaba loca, que desistiera de su cometido, otros, menos aún, le pidieron que al menos llevara algún tipo de arma a modo de protección individual. El resto simplemente le ignoró o la trataron poco menos que de loca. Pero ella sabía que no estaba orate, al menos ella seguía viva, que era más de lo que podían decir muchos de los otros que habían sucumbido víctima de la parca (los más afortunados) o de los carroñeros los menos. Carroñeros, ese era el nombre que tenían los que se alimentaban de humanos, y cada vez era mayor el número de estos, pronto tendrían que empezar a devorarse entre ellos, como un ente que se fagocita a sí mismo. Por suerte ella sabía cómo evitarlos, su olor los delata pues hieden a podrido y muerte. Un olor claramente detectable a varios kilómetros de distancia.
Pero ya no tenía que preocuparse más por ellos, ya no, pues estaba en el lugar más seguro que jamás existió. En el pasado había sido una base ultra secreta de un gobierno corrupto de los muchos que existían, ella lo sabía porque había trabajado allí, en una época no tan lejana y que parece pretérita ya. En realidad no trabajó nunca, ¿cómo podía haber trabajado si tan solo tenía diecisiete años?, lo que había hecho eran las prácticas, pues estuvo como becaria allí. Era una chica callada pero muy observadora y sabía que lo que allí se preparaba era muy grande, algo que podía cambiar la vida, algo que sería el mejor viaje para quien pudiera permitírselo en el futuro, que no era más que un prototipo y que, aunque había sido probado con éxito, no tenía garantías de que fuera fiable al cien por cien. Pero era su única esperanza.
Era algo parecido a un tanque criogénico, diseñado originalmente para que los astronautas recuperaran la forma tras los viajes interestelares, que posteriormente fue manipulado con un único objetivo, llevar a su ocupante a otro lugar en la historia, en el tiempo o en el espacio. Aquel ingenio era lo que todo el mundo llamaba una máquina del tiempo. Y ella era la única persona que sabía hacerla funcionar. Pero necesitaba una fuente de calor para que pudiera funcionar y ya no quedaba ni petróleo ni sus derivados, tampoco carbón y mucho menos electricidad. Pero ella tenía fe que el alcohol bastara para hacerla funcionar. Introdujo una venda previamente empapada con él en la botella que contenía el citado líquido y tras prenderla con el encendedor la depositó con mimo en el lugar destinado al combustible. Abrió la puerta y se metió dentro cerrándola a la vez. Le pareció oler aquella peste que precedía a los carroñeros pero ya no podían hacerle nada. Marcó una fecha en aquella máquina, 2018, justo antes de que todo empezara, tal vez pudiera convencer a los políticos de que no cometieran los errores que ella había visto y reflejado en su diario, y se acomodó en la silla.
No tardó en sentirse cansada, podía ver a aquellos come hombres apresurarse a colarse en aquella base secreta, iban a por ella. Cerró sus ojos víctima del sueño que aquella máquina provocaba se abrazó a su peluche mientras se acariciaba la barriga. «Vas estar bien hija mía. Ahora vas a estar bien mi amor» decía mientras Morfeo la mecía en sus brazos y era trasportada a un lugar mejor, o puede que no.

Espero hayáis disfrutado con su lectura, por hoy es todo, nos vemos en "Mi Rincón de escribir". Nos leemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario