sábado, 9 de diciembre de 2017

Relato, relato, relato

Buenas noches desde el rincón en el que escribo.

Quería aprovechar estas fechas pre-navideñas para haceros un regalo de la mejor forma que sé, es decir, en forma de relato. En esta ocasión no ha sido un relato que haya sido escrito para participar en ningún concurso literario, ni para formar parte de ninguna antología, puede que algún día aparezca en algún libro o puede que no, pero de momento es el momento de que vea la luz en forma de regalo navideño. Espero lo disfrutéis. Lleva por título: 

NO ME GUSTAN LOS CAMBIOS
Soy un hombre tranquilo al que no le gustan los cambios. He vivido toda mi vida en el mismo lugar, una tranquila ciudad en una tranquila calle, concretamente en la calle del Carmen, aunque todos la conocen como la de los bomberos, aunque nunca jamás ha tenido un cuartel de bomberos ni nada por el estilo. Se la conoce así porque fue ideada para que albergara las viviendas de los bomberos para cuando la base de operaciones estuviera operativa y esta nunca llegó, siquiera, a construirse, por lo que las casas diseñadas para tal efecto, en total ochenta construcciones, cuarenta a derecha y cuarenta a izquierda, se quedaron sin bomberos y las pusieron a la venta, siendo mi bisabuelo uno de los afortunados en poseerlas. Básicamente son todas iguales, viviendas de una sola planta con dos habitaciones, un salón comedor con la cocina junto a este, cuando no estaba de moda que se hicieran de esta manera, y un baño amplio. No son muy grandes pero tampoco son pequeñas. Como digo la adquirió mi bisabuelo para que viviera mi abuelo, que al jubilarse regresó a su pueblo natal e hizo que se hiciera cargo de ella mi padre y ahora yo.
Como digo las ochenta casas son idénticas tanto en su interior como en su exterior a exterior salvo por cuatro de ellas. Una fue concebida para que contuviera un economato que en cuanto se supo que la estación de bomberos nunca sería construida fue sustituida por una tienda de ultramarinos primero, un bazar más tarde y actualmente convertida en colmado, como los tantos que hay, regentados por un matrimonio paquistaní. Actualmente se puede adquirir prácticamente de todo, desde alimentación básica, elementos de higiene personal, alcohol, objetos de puericultura e incluso material de ferretería. En la época de apogeo incluso se podían conseguir películas o videojuegos en alquiler.
Otra de las que diferían era la “Taberna” si bien ese no era su nombre, al igual que en la calle, todo el mundo la llamaba así. Era un pequeño restaurante, en realidad era mucho más que eso, si hubiera que describirla correctamente sería cafetería-panadería-bar-restaurante-sala de reuniones. Abría a las cinco de la mañana y preparaba desayunos, vendían pan y bollería varia y a partir de las doce se convertía en el mejor restaurante de la ciudad, además a un precio bastante económico donde servían menú al mediodía y carta por las noches. Pero era como sala de reuniones como triunfaba. La mayoría de los jóvenes y no tan jóvenes se reunían en torno al billar o futbolín que tenía y los vecinos siempre nos juntábamos allí para hacer cualquier cosa, el local entero vibró cuando Andresito marcó aquel gol que nos hizo campeones del mundo.
La tercera residencia que no era tal era la iglesia a San Juan de Dios. O eso es lo que iba a ser, templo erigido en honor del patrón del cuerpo de bomberos, pero que se quedó en poco más que una ermita al no tener bomberos. Se utilizaban sus instalaciones como teatro, sala de exposiciones, club de ajedrez o centro cultural pues poseía una de las bibliotecas más curiosas de la ciudad, si bien no la más nutrida. La presencia del santo quedó relegada a un pequeño altar en una pequeña capilla al fondo de la misma a la que ya nadie le prestaba atención, mucho menos le rezaban. Tampoco tenía torre, ni campana, ni cruz, nada que recordara que eso debía de ser un lugar de culto.
El último de los espacios que no era casa era la barbería. La inauguró uno de los mejores amigos de mi bisabuelo, compañero de armas para más señas. Una barbería a la antigua usanza, donde te afeitaban con navaja y te cortaban el pelo sin lavarte la cabeza, tan solo humedeciéndola con un rociador, pues decían que eso era lo más recomendable. Curiosamente hoy en día no quedaba nada de todo aquello, ni tan siquiera el sillón clásico que estuvo expuesto como elemento ornamental durante varias décadas. Ahora era un salón de belleza integral donde peinaban, afeitaban, cortaban el pelo, lavaban la cabeza, hacían manicura o pedicura, masajes e incluso se podía disfrutar de un baño de rayos UVA o una relajante sauna. ¡Cómo han cambiado los tiempos!
La verdad es que así era la calle del Carmen, o de los bomberos, como prefiráis, un lugar con setenta y seis viviendas, un mal llamado “Badulaque”, un salón de belleza, un bar, que no podía faltar y una iglesia sin campanario. Mi abuelo siempre decía que se podía vivir sin salir de ella y no le faltaba razón. Pero lo mejor que tenía aquella calle era la cercanía con los lugares verdaderamente importantes, como el mercado de abastos, famoso en todo el país y parte del extranjero, donde se vendían las mejores especias a ese lado del Mediterráneo y las más frescas frutas y verduras de la región. También el ayuntamiento estaba cerca, una maravilla de construcción de estilo modernista, aparece en las portadas de infinidad de revistas sobre arquitectura y de arte, y lo triste es que ninguno de los nativos del lugar lo miran cuando pasan junto a él.
Decía todo esto porque odio los cambios. Jamás he vivido en un lugar que no sea la calle de los bomberos ni he viajado a ningún otro sitio que no sea mi ciudad. Y de repente y sin previo aviso, me encuentro en una disyuntiva que en el mejor de los casos me va a llevar a muchos cientos de miles de kilómetros de mi hogar y en el peor a dar una vuelta al mundo o tal vez dos. ¿Cómo reaccionarías tú si de repente te dijeran que el destino del mundo estaba en tus manos? Resulta que no solo soy descendiente de uno de las primeras personas que adquirió una de las casas de la calle del Carmen, también lo soy de uno de los personajes más importantes de la historia y me toca seguir su legado quiera o no, ha llegado la hora de que emprenda el viaje de mi vida, y quizá sin retorno pues soy heredero de...

Espero que os guste, de momento es todo, nos vemos en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.

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