jueves, 27 de julio de 2017

Relato que faltaba compartir.

Buenas noches desde el rincón en el que escribo.

Tenía pendiente con vosotros un relato con el que resulté finalista en un concurso que aparece en la antología HIMENEO de DONBUK editorial. El relato es el siguiente, se titula "PAUSA DE ESTUDIOS" y dice así:

Alba estaba encantada con el compañero que le había tocado para el trabajo final de la asignatura más difícil de la carrera. Había sido un algoritmo quien los había emparejado. De hecho había sido la última práctica que hicieron antes del trabajo. Tenían que diseñar un programa que los emparejara con algún compañero, que los complementara, para hacer el trabajo definitivo. Ella dominaba el tema de programación, pero en el tema hardware flojeaba. Mario, en cambio era un portento en esa materia aunque también era un programador de primera.

Aunque cuando lo vio por primera vez por la puerta de la biblioteca pensó «¿Quién coño es el “friky” que me ha tocado?». Se habían citado por correo electrónico en la biblioteca de la facultada de ingeniería, ella iba vestida con unos pantaloncitos tejanos cortitos y una camiseta blanca, el calor primaveral ya asomaba y se agradecía. Él en cambio llegó vestido todo de negro, con una camiseta de Spiderman y unos pantalones negros. Con unas botas militares y una cazadora de cuero. Sus ojos ocultos tras unas gafas de pasta y su cabello a media melena suelto y alborotado. Pero enseguida congeniaron. No era el bicho raro que todos decían. Era un chico dulce e introvertido que llevaba años preparándose para cumplir su sueño, crear un videojuego en el que se mezclaran sus dos pasiones, los cómics de superhéroes y la música Rock.

Aquel mismo día Alba le contó lo que pensó cuando le vio por primera vez y le pidió que él hiciera lo mismo. «Me he sentido el hombre más afortunado del mundo» ella lo miró extrañada y él prosiguió «Tengo de compañera a la chica más guapa de toda la universidad». Alba se sonrojó. Ella sabía que era guapa, muchos chicos se lo habían dicho, aunque no hacía falta, pues ella los sabía, pero que se lo dijera alguien tan dulce como Mario, porque lo era pese a la coraza de tipo duro que llevaba, provocó que se le subieran los colores.

Todo esto ocurrió el primer día. Habían transcurrido casi dos semanas. Estaban estudiando en casa de Mario, tenían el proyecto muy avanzado pero se habían encontrado con hueso que no podían roer, llevaban horas tratando de resolver unos cálculos y no había manera así que ella propuso hacer una pausa, pedir una pizza y continuar con ello después, con el estómago lleno «siempre he creído que con la panza llena los números salen solos» dijo y ambos rieron. Había mucha complicidad entre ambos. Él marcó desde su teléfono móvil el número de la pizzería local y les dijeron que tardaría aún media hora. Así que decidieron esperarla.

Mario estaba de pie, contemplando a Alba sentada en su silla. Nadie se había sentado antes en su silla salvo él mismo. Sus pantaloncitos cortos y la camiseta de tirantes que llevaba le hacían parecer muy femenina y a la vez le daban un aspecto sexy. Llevaba la melena azabache recogida en dos trenzas, una a cada lado y calzada con unas veraniegas sandalias con una cuña de unos cinco centímetros. Movió su cabeza a los lados mientras llevaba una mano a su nuca. Parecía que le doliera el cuello. Era lógico llevaban horas estudiando. Se acercó a ella por detrás, sus pasos no hicieron ruido sobre el enmoquetado suelo justo cuando ella empezaba a hojear uno de los tebeos que él tenía amontonados sobre el escritorio. Era uno en blanco y negro, clásico y en inglés, una verdadera joya de coleccionista, el número uno de «Los Cuatro Fantásticos». Él puso sus manos grandes y fuertes en los hombros de ella.

—Pareces tensa —le dijo.

—Lo estoy —respondió ella cerrando sus ojos­— llevo horas forzando el cuello y me duelen las cervicales.

Empezó a hacerle un masaje suave. Era un experto. Era evidente que tenía un pinzamiento y como por arte de magia sus manos empezaron a quitárselo, moviéndolas con firmeza pero a la vez con delicadeza. Poco después, y sin darse cuenta, Alba gimió. Tenía sus ojos cerrados, las piernas un poco separadas y las manos sobre su pantaloncito. Desde la privilegiada posición Mario pudo observar como los pezones de ella empezaron a marcarse en su camiseta. El detuvo su masaje unos segundos contemplándolos. Se sintió tentado de llevar sus manos a ellos pero dudó. Alba abrió sus ojos mirándolo desde abajo y con una sonrisa pícara, como leyéndole la mente a él dijo: «¡Vamos, acarícialos!, están así por ti». Él obedeció, llevó sus manos a los senos de ella apretándolos sobre la camiseta de ella. Alba volvió a cerrar sus ojos azules y gimió de nuevo al notar las manos de él jugando con su busto.
Cuándo una de las manos de Mario se coló por el escote de Alba y apretó el pecho izquierdo de ella no pudo evitar soltar un gritito. Sus manos, que hasta ese momento habían estado sobre su propio pantalón acariciándose tímidamente fueron hasta el cuello de él atrayéndolo hasta ella y cuando estuvo cerca le besó en la boca. Sus lenguas se unieron volviéndose una, sus salivas se mezclaron. La mano de él se aferró con más fuerza al seno de ella, notaba el erecto pezón clavándose en la palma de su mano. Así estuvieron muchos segundos, tal vez minutos hasta que él apretó un poco más el pecho de ella y ambos gimieron.

Alba, sin levantarse, hizo girar la silla para quedar de cara a él y llevó sus manos a la correa del pantalón de él. Mario dio un paso atrás. «¿No me dirás que eres virgen aún?» preguntó ella. Él asintió agachando su cabeza y poniéndose como un tomate. Alba se mordió el labio inferior mientras abría sus ojos. Extendió sus brazos, lo agarró de la correa y lo atrajo a sí. «Yo te enseñaré» añadió. Cuando lo tuvo cerca le desabrochó la correa y el botón bajándole la cremallera y luego los pantalones junto con el bóxer. El erecto pene de él casi le golpea en la cara. Estaba duro y grande. Ella llevó su mano derecha a la base del mismo, acarició sus testículos y luego empezó a masturbarlo lentamente mientras acercó sus labios y le dio un beso en la punta del glande.

—Dime que esto no es un sueño —le inquirió Mario.

—No lo es —dijo ella y acto seguido abrió su boca introduciéndose el sexo de él lentamente.

Ahora quien gimió fue Él. Cerrando sus ojos y llevando sus manos a la cabeza de ella. Alba movía su cabeza adelante y atrás, recorriendo con sus labios y su lengua el sexo de él cada vez un poco más rápido haciendo que su saliva lubricara todo el pene de él. Se detuvo un momento para ponerse de pie. Mario la contemplaba completamente excitado y no entendía por qué se había detenido cuando él estaba tan excitado. Ella sonrió y empezó a quitarse la camiseta, se giró y se la sacó por completo mostrándole su espalda desnuda, no llevaba sujetador. Estado de espaldas a él empezó a bajarse los pantaloncillos. Él pudo contemplar primero el tanga de ella y luego el trasero, redondo y firme. Dejo caer el pantalón al suelo y se giró a él. Mario estaba como hipnotizado mirando los senos de ella. Eran grandes, turgentes y firmes, con una aureola oscura y grande y un pezón del mismo color y grande como un hueso de cereza.

Ella se desnudó por completo quitándose la diminuta prenda que le quedaba en forma de tanga y se sentó en la cama. Con el dedo índice de su mano derecha le hizo un gesto para que se acercara. Él lo hizo besándole tras la oreja primero, sus labios bajaron lentamente por su cuello mientras sus manos jugaban en los pezones y aureolas de ella. Alba mientras tanto masturbaba con sus manos el pene de él  entre gemido y gemido pudo decir: «Penétrame, quiero sentirte dentro ya». Alba se echó en la cama, Mario se echó sobre ella, acercó su sexo al de ella y justo cuando estaba a punto de penetrarla el timbre sonó.

Mario se vistió para ir a recibir la pizza, la pagó y volvió corriendo a su cuarto, cuando llegó allí Alba estaba completamente vestida y sentada en su silla hojeando un cómic clásico de «Los Cuatro Fantásticos» en blanco y negro y en inglés. «Todo ha sido fruto de mi imaginación» pensó y esbozando una sonrisa dijo «¡A comer! Ha llegado la pizza». «Excelente, me muero de hambre» dijo ella y ambos empezaron a comer en silencio pero antes de que pudiera darle el segundo bocado a la primera porción de pizza ella dijo: «No te preocupes, después de comer lo retomamos desde donde lo dejamos antes». Mario sonrió. ¿Se refería al estudio o al sexo?

Por hoy es todo, espero volver pronto con más noticias, relatos o lo que sea, hasta que eso ocurra, nos vemos en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.

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